Las aulas comienzan a llenarse alumnos. Ya empiezan las clases y, con ello, se acaba el buen tiempo. O así debería ser.
Se acaban esas tardes interminables de bañarse en la piscina y se acercan las tardes oscuras y repletas de libros que estudiar y apuntes que memorizar.
Adiós a los fines de semana de paseos por el parque bajo el sol radiante y hola a las tardes de películas y manta.
Los paraguas empiezan a sustituir a las sombrillas y en las playas ya solo se escucha el ruido de las olas al romperse en la orilla.
Muchos tenían la esperanza de que el verano del año 2017 fuese eterno, pero no. No podía ser así. Los campos ya necesitaban agua y el calor tan extremo solo hacía que los fuegos cobrasen, cada vez, más fuerza.
Era necesario el otoño, aunque llega con, casi, un mes de retraso. Y más parece que sea invierno.
Apenas se han visto caer las hojas y los cielos han pasado de ser azules y despejados a estar, en cuestión de un día, encapotados por las blancas nubes. Ni siquiera se han visto esos paisajes típicos de tonos anaranjados.
Directamente, se ha pasado de la manga corta al abrigo. De las sandalias a las botas de agua. Incluso en las carretera se ha notado este cambio tan brusco de estación. Se acabó el poder ir andando, sin preocupación, a todas partes, ahora no se puede salir sin llevar un paraguas. No vaya a ser que caiga el diluvio justo en el corto trayecto que recorres desde la parada del metro hasta tu casa.
Sin embargo, aunque es cierto que con el final del verano se acaban todos, o casi todos, los incendios, hay que tener en cuenta que el otoño puede traer consigo una serie de lluvias torrenciales. Es decir, inundaciones, Otro motivo de queja. Y es que es bien cierto aquel refrán que dice que nunca llueve a gusto de todos.
Toca cerrar las ventanas para evitar que el frío entre en los hogares, y encender las chimeneas. Es hora de apagar el aire acondicionado y los ventiladores para empezar a encender las calefacciones.
Va siendo hora de cambiar la ropa de los armarios y sacar la de invierno.
Ahora toca jugar en los charcos y ver a la gente correr de un lado para otro, con la cabeza gacha, para evitar que la lluvia empape su ropa.
Podemos decir que ha llegado el otoño, ¿o más bien que se acerca el invierno?
Fuente: Bekia |
Comentarios
Publicar un comentario