Aquella mañana, Marco no había dudado ni un solo momento en coger su smartphone y buscar mi contacto en su agenda. "Vicky, necesito hablar contigo..."- me dijo. Y, obviamente acepté encantada. Marco y yo éramos amigos desde que, prácticamente, tenía uso de razón. Siempre habíamos ido juntos al colegio y, tras ello, al instituto. Y, en apenas unos meses, asistiríamos a la misma universidad, dispuestos a estudiar juntos la carrera que desde siempre nos había apasionado: Periodismo.
Sin embargo, aquella mañana había algo que no me cuadraba. Marco siempre era muy risueño. Hasta cuando estaba triste, intentaba sonreír a toda costa. Siempre decía que "un día sin sonreír era un día perdido". Pero, en aquella ocasión, su voz sonaba temblorosa y bastante apagada. Se le podía percibir bastante angustiado. Y, por alguna extraña razón, no conocía el motivo de su actitud. Un hecho que era muy insólito, ya que Marco y yo no teníamos secretos. Bueno... En realidad, miento... Únicamente había un secreto que no podía confesarle. Nunca podría hacerlo. Marco jamás podía enterarse de lo profundamente enamorada que estaba de él.
Cuando el reloj de mi teléfono móvil marcó las 17:50 horas, decidí salir de casa, rumbo al parque donde habíamos quedado aquella tarde. Tras caminar durante algunos minutos, llegué al punto de encuentro. Y, entonces, allí estaba él... Tan guapo como siempre.
-Hola. ¿Dónde vamos? -pregunté.
-Vicky... Siéntate un momento -apuntó señalando un banco situado a apenas dos metros de nosotros.
Una vez hubimos tomado asiento, comenzó a hablar:
-No me interrumpas, por favor. Decirte esto es muy difícil para mí. No sé de dónde he sacado el valor para confesártelo. Simplemente, no podía ocultarlo por más tiempo... Victoria, te quiero. No sabes cuánto. Siempre te he querido y, sinceramente, creo que llevo bastante tiempo enamorado de ti. Pero, no me había dado cuenta. Estaba tan ciego... ¿Sabes? Tenía miedo... Miedo a que tú no sintieras lo mismo. Pero ya no podía reprimir mis sentimientos por más tiempo. Odio tener que verte cada día sin poder rozar tus labios con los míos. Detesto no poder decirte en todo momento lo mucho que te quiero... Porque, así es: te quiero demasiado.
Allí permanecía yo, sin poder articular palabra alguna. Inmóvil. No podía creer que lo que había deseado durante tanto tiempo se estuviera haciendo realidad.
-Vicky, dime algo...
-Yo también te quiero -dije, con lágrimas en los ojos.
Sobraban las palabras. Marco se acercó lentamente hacia mí y me besó. Entonces... me desperté. Todo había sido un sueño.
Fuente: www.univision.com |
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