No lo sé

No lo sé. No sé qué es lo que pasa por tu cabeza cuando me miras. Qué piensas cuando crees que no me doy cuenta de que tus ojos están fijos en mi. No, no lo sé.

Dicen que, cada día, millones de pensamientos pasan por nuestras cabezas, a veces, incluso, sin que nos demos cuenta.
Esta vez he girado la cabeza y te he pillado. Me mirabas y, mientras hablabas de uno de tus temas favoritos, no he podido evitar interrumpirte. "Te brillan los ojos cuando hablas de algo que te entusiasma" -digo.

Callas y sonríes. El silencio, de pronto, se convierte en el protagonista de la situación. Pero no, no es un silencio incómodo, sino una pausa. Un momento en el que, los dos, sabemos que no hace falta decir nada.
Intentas mirar hacia delante, pero veo que, de repente, tus mejillas han comenzado a teñirse de un bonito color naranja. Cojo tu mano y la aprieto. No sé si es vergüenza lo que siente, pero si algo tengo seguro es que no me arrepiento de haberte dicho lo que, en ese momento, pasaba por mi cabeza.

Ahora soy yo quien sonríe. El silencio sigue presente, pero, a decir verdad, estoy cómoda con ello. Giras la cabeza, esta vez sin intentar disimular y, al percatarme de ello, lentamente, busco tu mirada. Sigue brillando, aunque, creo, ya no tiene que ver con mi comentario. Solo el tic-tac del reloj que hay colgado en la pared se atreve a intervenir en ese cruce, tan intenso, de miradas.

"¿En qué estás pensando?" -me preguntas. "No lo sé" -respondo.

Y es cierto. No sé en qué estoy pensando. ¿Acaso estoy, siquiera, pensando en algo?
Si, al día, pensamos en, aproximadamente, un millón de cosas... No, creo que no es posible no estar pensando en nada.

"Y tú, ¿en qué piensas? -pregunto bajando la mirada. "No lo sé"- respondes. 

Vuelvo a mirarte y me encuentro con tus ojos, que observan, alternativamente, los míos y, de ahí, pasan a mi boca.
Y entonces ocurre. Me besas. Ahora sí que no estoy pensando en nada. Lo único que se me pasa por la cabeza es que no quiero que ese momento acabe nunca.

Ni siquiera el silencio ha podido con nosotros, aunque, para ser sinceros, creo que, en realidad, nos ha ayudado.
Sin embargo, sinceramente, aún no sé en qué pienso cuando nuestras miradas se encuentran.
Fuente: La mente es maravillosa

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