Precaución

¿Alguna vez habéis sentido que no sabes lo que está pasando, o lo que puede pasar, a tu alrededor? Yo sí.

Quizás sea una tontería el motivo, pero logró que algo se me revolviese dentro de mi. Y no, no era el bocadillo que me acababa de comer.

El otro día iba en el tren, no recuerdo hacia dónde, cuando, de golpe y porrazo, este frenó en seco y todas mis cosas salieron disparadas.
Al principio pensé que no sería nada. ¿Cuántas veces se averían los trenes? Millones. Pero nunca lo había visto pararse de aquella manera.
De pronto, la megafonía comenzó a sonar y una voz metálica, a la que, sinceramente, nadie entiende, anunciaba por qué nos habíamos detenido: "Señores pasajeros, comunicamos que el tren se ha detenido por el accionamiento de los aparatos de emergencia". 

¿Qué queréis que os diga? Tal y como están ahora mismo las cosas... Cualquier tontería de estas puede ser algo importante. Claro que, lo que no es muy normal es que no desalojen el tren inmediatamente. Aún sigue bastante reciente el atentado del metro de San Petersburgo, el pasado 3 de abril, o el de Londres, el 15 de septiembre. 

Intenté tranquilizarme y, al poco, el tren volvió a ponerse en marcha. Todo bien. Pero la alegría duró apenas unos metros. Volvimos a detenernos, aunque, esta vez, más suavemente. La voz metálica anunció el mismo motivo.

Poneos en la situación de todos los que viajábamos en aquel tren: mujeres, hombres, niños... De todo, vaya. Y, para colmo, algunos empezaban a quejarse:

"No voy a llegar a tiempo"
"¿Pueden arrancar de una maldita vez?"

Obviamente, en mi opinión, eran quejas sin sustancia. ¡¿Acaso no se daban cuenta de que el motivo por el que nos habíamos parado era porque alguien había dado al botón de emergencia?! Un poco de sentido común, por favor. "Si la cosa es grave, ¿qué más da que llegues o no a tiempo?" -pensé.

Decidí mirar en Twitter. Es triste, pero es más rápido enterarse de lo que ha pasado a través de una red social que por la información que vayan a dar, directamente, a los pasajeros.
Nada. Solo había un tuit en el que se informaba de la paralización del tren. 

Sin previo aviso y, otra vez de golpe, la máquina volvió a arrancar. Ni una sola explicación. Ni un mensaje de tranquilidad. Nada de nada. Desinformación completa. "Genial". -pensé.

Finalmente, llegué a mi destino. Tarde, pero llegué.

Fuente: El Mundo

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