Yo sí te creo

"Llaves, monedero, paraguas, móvil. No puedo olvidar el móvil".

Pienso antes de salir de casa. Voy a guardarme el móvil en el bolso cuando, en una milésima de segundo, mi cerebro piensa que es mejor llevarlo en la mano. "Por si las moscas" -pienso. 

Ahora sí, con todo preparado, salgo de casa. En la acera de enfrente veo a un grupo de chicos. 

"He hecho bien en llevar el móvil en la mano. Voy a hacer como que llamo a alguien".

Empiezan a gritarme, creerán que son piropos eso que vocean, pero no. Me siento bastante intimidada. 
"Espero que no crucen la calle". 

Me apresuro para llegar a la avenida principal cuanto antes, no me apetece ni mirar para saber, exactamente, quiénes son. Prefiero estar rodeada de más gente.

¿Te ha pasado alguna vez algo así? ¿Te imaginas poder salir de casa sin preocupación, sin tener que llevar el móvil en la mano para fingir una llamada cuando pases al lado de un grupo de varones? ¿Te imaginas no tener que preocuparte por si sales a la calle, solo, más tarde de las ocho de la tarde? ¿Imaginas no tener que dar un rodeo para llegar a tu casa? Yo, sinceramente, ya no lo imagino. No concibo eso de ir sin "miedo" por la calle. Quizás es la sociedad la que se ha vuelto completamente loca, o quizás somos todas las mujeres las que lo estamos. Dudo bastante que la causa de mi "miedo" sea esta última razón. Hermana, yo sí te creo. 

Sí te creo porque también me da respeto salir de noche, sola, a la calle. Te creo porque siempre llevo el móvil en la mano, para fingir que hablo con alguien, cuando me cruzo con un grupo de hombres. Te creo porque a mí también me han gritado alguno de esos "piropos". Te creo porque yo también pienso treinta veces la ropa que me voy a poner, para intentar pasar desapercibida. Te creo porque, está claro, si se sufre una agresión sexual, la sociedad en la que vivimos también verá extraño que una persona intente rehacer su vida. Te creo porque también pondrán en duda la ropa que yo llevaba. Te creo porque habrá una jueza que me pregunte "si cerré lo suficiente las piernas". Te creo porque, en esta sociedad, para certificar que una persona te está tratando mal debe matarte. Hermana, yo sí te creo.

Sinceramente, pienso que el error de todo está en la educación que se nos da desde pequeños. A los niños se les enseña que no deben llorar, porque, claro está, los hombres no lloran. A las niñas se les enseña a no ir solas por la calle, a que, si van con un hombre, este debe acompañarlas a casa. A los niños se les enseñan "piropos", a las niñas, a soportarlos, a pensar que son bonitos y que es bueno que un hombre les diga esas cosas. A las niñas se les enseña que no deben llamar la atención por la calle: su ropa no puede ser llamativa y, por supuesto, que no se les ocurra, cuando sean más mayores, enseñar más de lo estrictamente necesario. A las niñas se les enseña a esperar a su príncipe azul y a hacer todo lo posible para ser "adecuadas" a él (incluso si debes dejar atrás tu vida marina y comenzar de nuevo en un lugar nuevo).

Sin embargo, diréis algunos, también existe violencia hacia los hombres. También aparecen hombres asesinados por sus esposas. Sí, es cierto. Pero el número ni siquiera puede compararse con la cantidad de mujeres muertas a manos de sus parejas, o a manos de cualquier hombre. Porque, no nos confundamos, no hace falta que el hecho termine en muerte. También es violencia de género todos esos "piropos", también es violencia de género que un hombre ponga la mano donde no debe. Y, por supuesto, también lo es mantener relaciones sexuales no consentidas. 
Porque no, es no. Y si la mujer está borracha, también es no. Y si no es consciente de lo que está haciendo, también es no. Y si no está segura de lo que quiere, también es no. 

No, es no. Sin discusión. 

Fuente: Cosmopolitan

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