"Estoy triste y confundida", comenté. Mi amiga respondió: "¿Por qué?" A lo que yo contesté: "Supongo que tengo miedo".
¡Otra vez no! ¡Me niego! El miedo no podía volverse a apoderar de mí. Desde pequeña, siempre había sido una niña bastante miedosa -lo reconozco-. Y, realmente, creo que todas las personas de este mundo tenemos miedo a algo. Es parte de la vida. Lo preocupante surge cuando un miedo en concreto se apodera de ti, impidiéndote continuar con tu día a día. Impidiéndote disfrutar de tu vida. Y eso fue lo que me sucedió a mí.
¿Cómo he podido llegar a este punto?, me preguntaba. Prácticamente, hubo un momento en mi vida en el que cualquier cosa me daba miedo. Un miedo que no podía superar. O eso creía. Hace algunos meses, mi vida dio un giro de 180 grados. Cambió -y cambié- por completo. Aunque reconozco que tuve que derramar muchas lágrimas, aquel suceso -que prefiero no recordar, ya que, por suerte, ya es parte de mi pasado- que cambió mi día a día me hizo aprender. Sí: aprendí mucho. Y he cambiado. La mayor parte de mis miedos se han ido disipando. Y, ahora, soy más feliz. Prácticamente, solo me queda superar mi miedo a enamorarme... Habrá que intentarlo -risas-.
Fuente: thepicta.com |
Así que, solo me queda por decir lo siguiente: "Lucha por lo que quieres. Vive tu vida al máximo. A veces, perderás y, en otras ocasiones, ganarás. Pero, jamás te arrepientas de no haberlo intentado. Ten seguridad en ti mismo. Sé feliz. Y, sobre todo, nunca permitas que tus miedos ocupen el lugar de tus sueños".
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