Todo parecía indicar que un verano anticipado traería después un temprano otoño. Pero estábamos equivocados. El "veranito de San Miguel" se perduraba más tiempo del imaginado, y el otoño no hacía su aparición en escena hasta el pasado 17 de octubre, casi un mes después de su inicio oficial.
Las primeras hojas comenzaban a desprenderse de los árboles, a la vez que se teñían de tonos anaranjadas. Grisáceas nubes invadían el cielo de la capital, a la vez que se asentaban en otros muchos territorios peninsulares. Las temperaturas descendían bruscamente y nos veíamos obligados a sacar las chaquetas de nuestros armarios. Atrás quedaba ese largo verano del que habíamos sido partícipes. En mi pueblo, los restaurantes comenzaban a retirar sus mesas y sillas de las terrazas. Y en los hogares, los aparatos de aire acondicionado se desenchufaban, al igual que los ventiladores eran guardados en sus cajas. Su utilidad durante este año había llegado a su fin.
Asimismo, una mezcla de olores invadía las calles de mi localidad. Especialmente, las que encontraban su desembocadura en la plaza principal. El olor a tierra mojada se fundía con el dulce aroma de las castañas recién asadas. ¡Bendijo manjar! El puesto de venta de castañas, ubicado junto a la gran farola que iluminaba la plaza, abría sus puertas como cada otoño. Así, los más pequeños rogaban a sus padres que les prestasen algunas monedas para poder degustar las apetitosas castañas -al igual que lo hacían durante la celebración de las fiestas patronales con el característico algodón de azúcar-. Y los padres cedían con tal de sacarles una bella sonrisa.
Además, el aroma a leña ardiendo se fundía con el resto de olores. Aunque todavía las temperaturas no eran especialmente bajas, las personas más propensas al frío se decantaban por encender sus chimeneas, dando, así, calor a sus hogares.
Verdaderamente, aunque nos encontramos ante un otoño tardío, no hubiera podido llamar a nuestras puertas en un mejor momento. Y es que, por desgracia, los ciudadanos gallegos, asturianos y, nuestros vecinos, portugueses necesitaban con urgencia la presencia de lluvias. Unas precipitaciones que están contribuyendo a la extinción de los incendios -probablemente, intencionados- que azotan dichos territorios.
Nadie sabe lo que el futuro nos depara. Quizás asistiremos a un, también, invierno tardío y a una primavera anticipada -como describía Laura Pausini en uno de sus conocidos temas-. O puede que suceda todo lo contrario. Yo, por mi parte, lo único que deseo es que este otoño y las futuras estaciones traigan a mi vida tantos buenos momentos como los vividos hasta ahora.
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