"Sí, sí, sí, sí, no, sí...". En fin, setenta a favor, diez en contra, dos en blanco. Y, se supone, esos setenta votos representan al 45% de los catalanes. Ni siquiera la mitad. Vergüenza. A mi, desde luego, no me representan. Ni lo van a hacer.
¡Venga ya! Esto no tiene ni pies ni cabeza.
¿Y todavía se extrañan de que el Gobierno quiera aplicar ese dichoso artículo 155. Sinceramente, es lo mejor, y visto lo visto quizás lo único, que pueden hacer ahora mismo.
¡Madre mía, si Tarradellas levantase la cabeza! No, obviamente, no estoy a favor de que le quiten la autonomía, que tanto esfuerzo costó conseguir, a mi comunidad autónoma.
Ahora, según veo, el Valle de Arán decide actuar por su cuenta y declara su intención de votar para independizarse de Cataluña. ¡Claro! ¡Olé ellos! Si Puigdemont, Junqueras y su séquito pueden incumplir las leyes, ¡¿cómo no van a poder incumplirlas los demás?! Incluso yo, una ciudadana normal y corriente, ¿por qué no voy a ir a robar, por ejemplo, una barra de pan? No es lo mismo, diréis algunos. Son normas de convivencia, leyes morales, claro.
Pero, ¿acaso es moral enfrentar a un pueblo? Enfrentar a familias enteras, vecinos, amigos... Acaso entra dentro de su concepto de "moralidad", señor Puigdemont, adoctrinar a niños para que lo apoyen? Sí, niños. He visto niños, que ni siquiera tienen conocimiento de lo que están haciendo, pegar carteles, levantar banderas independentistas e, incluso, insultar a España. Insultar a mi país.
¿De veras setenta personas pueden representar a una comunidad autónoma entera? ¿De verdad esas mismas setenta personas son la voz de los siete millones de habitantes que vivimos en Cataluña?
No, señor Puigdemont. A mi esas setenta personas no me representan. Su séquito no me representa, señores Puigdemont y Junqueras.
Fuente: 20minutos |
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